LA ÉTICA Y EL MOVIMIENTO DE JESÚS

 

 

“Siempre fuimos leales a las causas perdidas (...).

Para nosotros el triunfo es la muerte

del intelecto y de la imaginación.

Nunca fuimos leales a los triunfadores.

Los servimos”

JAMES JOYCE[i]

 

 

[Dedicado a J. Krishnamurti,

cuyo pensamiento me inspiró

estas reflexiones].

 

 

1. Varias son las investigaciones socio-teológicas que se están realizando últimamente sobre lo que se puede denominar ‘movimiento de Jesús’(MJ, en adelante). Aunque los datos empíricos que tengamos sean limitados, sin embargo, con el auxilio epistemológico de recientes teorías sociológicas, podemos entender lo esencial de lo que era ese grupo de Jesús en su época. Evidentemente, se trata de una “re-construcción” y eso siempre tiene algo de “construcción” también por parte del investigador/a. La realidad es siempre construida por nuestras mentes. Mucho más la realidad pasada, sobre la que tenemos datos parciales. Pero pienso que esta línea de investigación va a seguir caminando hacia adelante, pese a los problemas metodológicos, guardando siempre la suficiente “modestia epistemológica”, a medio camino entre el “ufanismo” ingenuo y el escepticismo desmotivante.

 

2. Teniendo esto en cuenta, vamos a intentar caracterizar brevemente, desde el punto sociológico (más que teológico), el MJ. [ii]

 

        En efecto, el MJ fue uno de los varios movimientos sociales que se dieron en el siglo I de nuestra era. Nos referimos aquí a lo que denominamos el ‘proto-movimiento’de Jesús, que podemos situar con una duración máxima de tres años y que abarca desde el comienzo de la vida pública de su fundador hasta su muerte violenta, es decir, desde aproximadamente el 28 hasta la Pascua del 30 del siglo I. Se puede hablar también del MJ después de esa época (posiblemente hasta finales del siglo I), porque luego empieza progresivamente su institucionalización en cuanto ‘Iglesia’. Esto es algo que deberíamos investigar más a fondo, pero que excede esta reflexión nuestra. Que quede claro entonces que nos referimos aquí al proto-movimiento de Jesús.

 

        El MJ estaba dentro de las coordenadas culturales del judaísmo de la época, pero al ser un movimiento de origen galileo, se hallaba muy marcado también por el contexto del lugar. En Galilea se daba una mayor apertura cultural que en Judea, con otros referentes no-judíos, como es el caso de la cultura greco-latina o helenística. En concreto, se tiene en cuenta la presencia del ‘cinismo popular’, una corriente filosófica con variantes intelectuales y populares y que coincidía con el MJ en mostrar una forma alternativa de vida frente al Sistema de la época.[iii] Algunos investigadores piensan que el MJ era una especie de cinismo popular dentro del ámbito judío y con expresión más campesina que la ciudadana de los cínicos.

 

        El fundador del movimiento, Jesús de Nazareth, era de extracción claramente popular. Era un campesino-artesano, no ilustrado, que no se situaba en los círculos del poder o de la “intelectualidad” judía, ni tampoco del poder económico. Era claramente un líder popular. La composición de su movimiento era de tipo popular, aunque tuvo apoyos de otros sectores más amplios. Posiblemente, un 90% de la población del Israel de la época era de extracción campesina.

 

        El período histórico del que hablamos es un período de fuerte crisis social. Se daba una crisis de hegemonía (A. Gramsci) también por parte del judaísmo “oficial”, o mejor, dominante, en torno al Templo. La crisis era igualmente política (imperialismo de Roma) y económica (empobrecimiento progresivo de la población, cargada con fuertes impuestos que apenas le permitían sobrevivir, y la pérdida de tierras, junto con una tasa de desempleo en expansión).[iv]

 

        En este sentido, el MJ era un movimiento de identidad popular extendida. Suponía una articulación de las comunidades locales y una creación de redes de resistencia frente a la crisis social galopante (R Horsley). Suponía también una relectura del judaísmo, con una fuerte descalificación de los poderes dominantes. No hay que olvidar que el poder religioso, político (excepto el romano) y económico estaba en manos de una muy reducida capa de la población, tal vez un 1%.

 

        Fue, por lo tanto, un movimiento de gran autoestima social para los/as empobrecidos/as por el Sistema de la época, un Sistema regido por un modo de producción tributario preferentemente (con aspectos esclavistas también). La identidad religiosa no era sino el aspecto en que la Simbólica de la época se expresaba. Retomaba los aspectos más revolucionarios del yahvismo primitivo, del origen de Israel como pueblo, con contenido tribal y gran igualitarismo social, al menos como utopía (N.K. Gottwald). La manipulación que las autoridades religiosas hicieron de esta simbólica liberadora permitió legitimar una situación de la cual los principales beneficiarios fueron dichos estratos dominantes.

 

        Especialmente liberador fue el movimiento para las mujeres de la época. La mujer estaba muy reducida en su papel social. Prácticamente, sólo existía en un  espacio privado. Su espacio “natural” era la casa, confinada al papel de reproductora y cuidadora de los/as hijos/as, así como en las labores “femeninas” de cocinar, hilar o tejer, limpiar la casa, etc. No tenía ningún papel público: no podía ser ni maestra, ni tener cargos ejecutivos o judiciales, ni religiosos, ni políticos. Era claramente un ser de segundo orden.

 

        En este contexto, las mujeres alcanzaron un papel muy importante en el MJ. De hecho el papel de la mujer ya era importante en la resistencia social y en la sobrevivencia, si bien no era reconocido. El fortalecimiento del MJ de las redes económicas y sociales de las comunidades populares amenazadas llevó a una extensión de la red social y a espacios de relativa autogestión. Al mismo tiempo, este tejido social era el apoyo para el MJ, del cual era expresión. En esta situación, las mujeres desempeñaron un papel clave, como transmisoras de la nueva “filosofía” del movimiento y en el cambios de las relaciones de género (muy significativo para la época). En general, el cristianismo primitivo fue un movimiento con una fuerte expresión doméstica.

 

        De una manera sintética, podemos decir que el MJ fue un gran fortalecedor del “tejido social”, conformado por sectores empobrecidos, muy mayoritarios, de la época. Sus “banderas de lucha” como tierra para todos/as (como en el proyecto de la Primitiva Confederación Tribal Israelita, de los años 1250 al 1050 a.C., como ideal igualitario de la constitución de Israel como un “proyecto social” alternativo en el contexto socio-histórico de los pueblos vecinos)[v] y perdón de las deudas, así como otros elementos, con una clara orientación religiosa basada en un Dios subversivo del orden existente, posibilitó su éxito popular. Igualmente, su fracaso momentáneo y su extensión en el tiempo. Pero esto es ya otra historia.

 

3. Cuando queremos investigar la ética del MJ debemos comenzar por preguntarnos antes: ¿De qué Ética hablamos? La categoría de ‘ética’ la podemos entender de diferentes maneras. Una definición de diccionario nos diría que la ética es “la ciencia de la conducta humana”. Esto puede ser interpretado de manera sociológica, confundiendo aquí la ética con la moral. Los mismos filósofos han concebido la ética de diferentes maneras. Para los antiguos filósofos griegos, hablando en general, el filosofar era algo impensable sin su referencia a un modo de vida y de comportamiento. No sólo individual, sino incluso social (político). Para otros incluso, la filosofía, la sabiduría, era la misma ética, un modo de vivir. En cualquier caso, hacer filosofía era hacer también ética (pensada y/o vivida).

 

        Este tema merecería una larga investigación. Para simplificar esta discusión en lo que nos interesa, podemos distinguir dos tipos de ética: una ética dualista y una ética holística. Evidentemente, hablamos de acuerdo a ‘tipos ideales’, utilizando la conocida metodología del sociólogo Max Weber. Es decir, se trata de modelos que no se dan puros en la realidad, pero que nos permiten analizar empíricamente una serie de hechos o fenómenos dispersos, encontrando una cierta unidad en las prácticas sociales (o individuales). En la realidad, tal vez esto se dé de manera más mezclada o con predominancias. En realidad, lo que encontramos son diferentes énfasis.

 

3.1. La ética dualista es la que ha predominado en la corriente occidental del filosofar. Se apoya básicamente en la distinción dualista entre ‘sujeto’ y ‘objeto’, concebidos como entidades independientes y sustanciales (comoquiera que se entienda la categoría de ‘sustancia’). El principal dualismo producido por este tipo de ética es el que se da entre ‘ser’ y ‘deber-ser’. Casi todos los filósofos han tomado implícitamente este dualismo, defendiendo una ética del ‘deber-ser’ (comoquiera que esto también se interprete). En definitiva, esta ética de corte dualista busca como el ser humano debería llegar a ser algo que todavía no es.

 

        En otras palabras, yo soy mentiroso, ladrón, corrupto, perezoso, lujurioso, y quiero dejar de serlo, trabajando para ser lo contrario. Quiero lograr un ‘deber ser’, una utopía de lo que no soy todavía pero estoy llamado a ser. Hay, por lo tanto, un camino que media entre lo que soy ahora ( ‘una desgracia’) y lo que debería ser (‘un auténtico ser humano’).

Reflexionemos un poco sobre esta dualización de la ética, que tiene muchos representantes. En un sentido más formalista, sería la ética del mismo Kant. Pero habría muchos más, ya que casi todos los filósofos clásicos han estado dentro de una epistemología dualista.

 

        Este puente entre el ‘ser’ (actual) y el ‘deber-ser’(futuro) está marcado por la temporalidad y por el hacer. El ‘hacer’, la ‘acción’ es un concepto bastante occidental y muy propio de la Ilustración. Somos hijos/as del ‘hacer’, aunque eso nos pueda incluso destruir. Este tipo de ética nos lleva a la predicación del Ideal, pintado con los mejores colores, que contrasta con nuestra miseria cotidiana. Sin embargo, ya Nietzsche levantó serias sospechas contra los ‘Grandes Conceptos’, contra los conceptos abstractos que, especialmente en el campo de la Ética, son encubridores de la muerte o de la anti-vida. La abstracción mata, nietzscheanamente hablando.

 

        Si está presente la temporalidad con un hacer esto implica que estamos encadenados a un esquema de estrategia y táctica, que en principio no tendría que ser nada negativo, pero que puede llegar a serlo. Dicho de otra manera, estamos encadenados a una acción que busque finalidades (resultados, en lecturas más pragmáticas) en un esquema operativo de medios-fines. El problema es el ‘eficacismo’. En este sentido, la utopía se convierte en un ‘trascendental’, en sentido kantiano, en una quimera, en sentido más vulgar. Es decir, la utopía es inalcanzable por principio.

 

        La plasmación práctica de todo esto es el famoso principio espiritual del “agere contra”. Es decir, si yo tengo una acumulación de hábitos malos y perjudiciales, debo irme creando, con cuidado y práctica constante, una serie de hábitos buenos y positivos. Todo muy lógico. Por lo tanto, hay que fortalecer hábitos que nos lleven a alcanzar esa siempre imposible utopía. Nos encontramos así con una ética de la tensión. O, con otras palabras, del stress. Estoy atrapado en esa tensión permanente de lo que soy (malo) y de lo que me gustaría ser (bueno). Entre el ser y el deber-ser.

 

        Se trata de una ética del “condicionamiento positivo”, o sea, una ética que va creando poco a poco estructuras más sólidas de resistencia a lo negativo. Es una ética más evolucionista. La ruptura es una ruptura final, fruto de la acumulación de muchos momentos anteriores de ‘agere contra’. La categoría central es aquí el ‘futuro’. Ese futuro es pintado de manera maravillosa, mientras que el presente es lo que es: una miseria. Y esto incluso ya se puede presentar como muy positivo, porque muchos/as ni se dan cuenta de la miseria en que se hallan y prefieren auto-engañarse. Así que, el primer trabajo ético sería el de liberarnos de los auto-engaños ( de las excusas que continuamente fabricamos para justificar nuestras acciones irracionales).

 

        Como ética condicionante, es una ética “de fuera hacia dentro”. En otras palabras, se trata, desde fuera, de ir condicionando positivamente los seres humanos. Con el tiempo, lograremos que este sea realmente distinto. Si no como el ideal, al menos con una cierta aproximación asintótica.

 

3.2. La ética holista  tiene otra manera de razonar. No divide la realidad en sujeto-objeto, sino que busca algo más profundo: la unidad de Todo (con sus diferencias). Busca más bien una totalidad no dividida (D. Bohm). No concibe las identidades como sustanciales y permanentes, sino como provisionales y flexibles. Encuentra el Todo en el fondo, desde el cual emergen formas diferentes. Es decir, encuentra unidad en todo, no meramente con la cabeza, sino de manera vivencial, integral. Es una perspectiva totalmente ecológica, donde todos los seres son interdependientes: crean ecosistemas. Y a nivel físico, es profundamente cuántico: todo está interligado con todo, no hay entidades fijas, sino eventuales. El “Todo” está en las “partes”, lo Macro en lo micro.

 

        ¿Qué ética podría surgir de aquí?

 

        Ante todo, una ética más relajada. Pero entiéndase bien este término. Significa que es una ética que cree que el ser humano es bueno en lo más profundo de su ser. Es una ética que busca la toma de conciencia de esta bondad esencial de todos los seres humanos y de cada ser. Apunta ante todo, no a una búsqueda incesante de un ideal siempre inalcanzable (con sus positividades prácticas evidentes), sino al socrático “conócete a ti mismo”. Pero es un auto-conocerse profundo, no meramente para darse cuenta de lo que está mal y cambiar. Trata de entender profundamente el porqué de nuestro propio actuar, que persigue con un “foco” iluminador las más profundas justificaciones de nuestro auto-engaño. No busca cambiar..., ¡pero de hecho cambia!

 

        Intenta desarrollar una atención constante, no selectiva ni valorativa. Busca entender. Darse cuenta de la coherencia de nuestro actuar. No somos quizás tan malos/as. Lo que hay es profunda ignorancia de los esquemas que nos llevan a buscar opciones más cómodas y más inmediatistas. De una manera más profunda, somos víctimas de nosotros/as mismos/as, de nuestra actitud egocéntrica. Buscándonos a nosotros/as mismos/as es la peor manera de ayudarnos. El “egoísta” más inteligente es aquel que busca el bien de todos/as. Así, él mismo sale favorecido/a...

 

        Paradójicamente, el individuo con óptica holística no pretende cambiar. Esto suena mal y herético. Pero hay que entenderlo. No está dominado por un continuo “hay que”, sino que toma la vida como un “juego” (de experimentación). Procura aprender divirtiéndose. Y se divierte porque va descubriendo los hilos ocultos de las cosas y de las acciones humanas. Busca descubrir sus propios auto-engaños. Cuando se da cuenta de esto... ¡ya está cambiando!

 

        Una actitud relajada, meditativa, ante la vida, permite desprenderse de su ‘yo’ dualista, fragmentario y divisivo, que le tiene encarcelado a sí mismo, por una ignorancia de su propia visión de las cosas. Se siente unido a todo, porque quita los obstáculos que le separan de lo/los/las demás. Es la atención permanente convertida en ética. Un “individuo” así es alguien que vive profundamente la “comunidad’, entendida como comunidad de todos los seres, humanos, no humanos y “materiales”. Es una verdadera “democracia cósmica” (Leonardo Boff), la fraternidad/sororidad universales “hacia arriba”, “hacia abajo” y “hacia los lados” (es  sólo una metáfora espacial, poco holística). El prototipo de una actitud así es San Francisco de Asís, el “poverello” de Asís, que puede sentir totalmente la integración con todo desde la pobreza de su ‘yo’ inexistente (o casi). Estaba centrado en su “Dios mío y todas las cosas” (Deus et omnia).

 

        Una acción holística no tiene finalidad externa, sino finalidad-en-sí-misma. No busca resultados. Busca actuar como expresión de “lo que es” (la Realidad), “de dentro hacia fuera”. Un taoísta llamaría a esto “no-acción” (wu wei). Es decir, una acción que parece no ser acción, porque brota del curso mismo de los acontecimientos, según el ritmo de las cosas. Se actúa espontáneamente, que aquí no quiere decir “según le da a uno/a la gana”, sino según el ser de los acontecimientos. Éste es el sabio taoísta.

 

        En una palabra, el más solidario/a es aquel/lla que carece de ‘yo’ (egocentrismo), pues sigue flexiblemente el curso de la Vida. Cuando una vez un discípulo se presentó ante su maestro y le dijo: “Vengo a ofrecerte mis servicios”, éste contestó: “Si renuncias a tu “yo”, el servicio brotará automáticamente”.[vi] No se puede decir mejor y más claro.

 

4. Ahora bien, ¿cómo se aplica todo esto al MJ? Podemos pensar que el MJ podía ser muy bien presentado de acuerdo con la ética en el primer sentido, como ética dualista, orientada al futuro. De hecho así ha sido en la historia de las interpretaciones, incluso de manera progresista. La hermenéutica de la ética dualista tradicional se ha impuesto tanto, que se nos hace difícil pensar de manera alternativa.

 

        Lo que aquí presentamos más bien es una línea nueva de análisis, que cada uno/a tendrá que perfeccionar después y ampliar, si le satisface. Al menos, nuestra opinión es que la ética holística encaja muy bien con el proyecto del MJ. Vamos a ver a continuación algunos aspectos de esto. Evidentemente, sólo vemos algunos aspectos, porque un estudio más profundo y extenso excedería el espacio que disponemos en este artículo.

 

        Tomemos el mismo Sermón de la Montaña (Mt 5-7), especialmente las Bienaventuranzas (Mt 5, 1-12; Lc 6, 20-26, con las “Malaventuranzas”). Podemos pensar de una manera dualista entre presente y futuro. En este sentido, Jesús estaría hablando de la vida futura, en que Dios premiaría a los que han sufrido en esta tierra, por su paciencia y capacidad de resignación. Otra lectura sería también que en un futuro próximo, tendrían recompensa, ya en esta vida, por lo bueno que han hecho, por su desprendimiento, lucha por la justicia, o por el sufrimiento inocente de que han sido víctimas.

 

        Pero otra posibilidad más holística sería pensar en forma de “presente-eterno”. Es decir, por el hecho de ser pobres con espíritu, mansos, llorar, ser misericordiosos o luchadores por la justicia, ya estamos siendo felices. La felicidad es por el hecho mismo de seguir el camino correcto, el camino del Reino. La “recompensa” no tiene que ser futura, sino que está en la acción misma. Además, la felicidad no estriba en ninguna recompensa. Podemos preguntarnos si buscar recompensa no es algo demasiado interesado y poco puro, propio de espíritus atrasados. El bien realizado, gratuitamente, es la misma felicidad.

 

        Quien experimenta este nuevo espíritu de vivir, este estilo alternativo de vivir, puramente evangélico, experimenta ya la suprema felicidad que un ser humano puede alcanzar aquí en este mundo. Por otra parte, el Reino no es “del” futuro. Por el contrario, el Reino ya está ahí, hace falta saber mirarlo. Creo que éste es el gran aporte del MJ: la esperanza de que el Reino, la otra mentalidad ( con ‘metánoia’) y actitud vital, está realizándose cada día como semilla. Esa toma de conciencia, compartida por varia gente,

es ya el Reino en gestación. “Si yo cambio, el mundo cambia”.

 

        Evidentemente, ‘gestación’ no es lo mismo que ‘parto’, pero es ya el ‘fruto’, la ‘semilla’degustada. A esto podría contra-argumentarse que el tiempo es necesario como paso o transición de la gestación al parto. Podríamos responder que el tiempo aquí no es lineal. En el ámbito del Espíritu no rigen los ‘nueve meses’ bien contaditos (sin equivocaciones de cálculos, por si acaso...). El tiempo es una ilusión, lo cual tiene una cierta realidad, claro, pero no es la Realidad. El Reino está ahí, siempre lo ha estado. Lo que ha faltado es nuestra conciencia de que esto sea así. Quien profundiza, ve que el Reino no está en ningún lugar y está en todos. En todos los espacios y en todos los tiempos. Esta conciencia puede ser abrupta. El “tiempo” lo posibilita, pero no el tiempo de las horas del reloj, sino el tiempo de la profundización de la experiencia. Tocamos aquí los límites del lenguaje y por eso es difícil expresarlo.

 

        “No se preocupen por el mañana” es una típica expresión holística. “A cada día le basta su afán” (Mt 6, 25-34; Lc 12, 22-32), especialmente a los/las pobres a quienes Jesús se dirigía. Los ricos son especialmente ignorantes. Creen que viven en seguridad, sin ser conscientes de la impermanencia de la vida. En cualquier momento pueden morir o tener un “crack” en sus negocios. Son irresponsables (Lc 12, 35-48).

 

        Los que piensan que controlan a Dios sólo se engañan a sí mismos. No engañan al Dios del Reino, al Dios de los/las pobres y excluidos/as. Son los más peligrosos. Pero los más locos también. Porque Jesús nos enseñó, con la práctica de su movimiento, que a Dios nadie le controla, porque Dios es totalmente incierto para nuestra mente estrecha. Dios es pura incertidumbre y sus caminos no son nuestros caminos (Is 55,8 ss.). Dios es libertad total. Así que Jesús predicó y trabajó para “liberar a Dios” de las mentes estrechas de sus “carceleros”.[vii] Pero los principales esclavos son quienes piensan que le tienen atrapado con sacrificios, plegarias, dogmas e instituciones. El se ríe de todo eso.

 

        Por consiguiente, sólo quienes han captado la gratuidad total de la Vida y de su Dios son quienes pueden entender algo de la “lógica” de los tiempos, el Reino. Era necesario hacer un vacío interior, liberarse de los propios prejuicios, injusticias e ignorancias, para poder estar “en sintonía” con la sinfonía del Reino. Para algunos esto era locura. Para otros es la suprema sabiduría. Ser uno con el Dios de todas las cosas. Tener su misma voluntad. Esto es armonizarse con todo.

 

        Sólo los ignorantes del Poder no entendían esto. Pensaban que con sus privilegios de riqueza, influencia, control, imperialismo y teocracia, podrían dominar la Realidad. Esta se rió de ellos, aunque aparentemente el fracaso fue del MJ. Habría que preguntarse incluso muy críticamente si las Iglesias no fueron el fracaso histórico del MJ. Se pudiera pensar así. Pero también es cierto que el MJ aparece y reaparece, con la plena libertad que le caracteriza, a lo largo de la historia, también dentro de la institución (la mayor parte de las veces, en contra de ella, abriendo las puertas para que el aire, viento o Espíritu puedan entrar...). Nadie ni nada puede parar el Espíritu que sopla donde quiera.

 

        Por consiguiente, sanar a los enfermos, curar las heridas psicológicas, comer con los pecadores/as, etc., son signos de que el Reino ya estaba ahí, manifestándose. Jesús y su movimiento estaban mostrando que fundamentalmente éramos unos ciegos, incapaces de ver la verdadera Realidad que estaba ahí. Era cuestión de conciencia y de su práctica. El problema consistía en la “fe”, en creer que esto era así y que el Reino ya estaba ahí. El Reino necesitaba conciencia subjetiva  (un “para-sí”). Esto era la comun-unidad. Aunque el Reino estuviera “objetivamente” ahí. No serviría para nada, si no hubiera gente que lo vieran y lo creyeran “subjetivamente”. Aquí es donde nos damos cuenta de la debilidad de una mera interpretación dualista. El Reino es la convergencia de lo “objetivo” y lo “subjetivo”. En otro sentido, está más allá (o más acá) de esto, porque es algo cualitativamente diferente de la dualidad objetivo-subjetivo. Son maneras de expresarnos, quizá no muy precisas y correctas.

       

        Solo los sencillos podrían entender esto (cfr. Mt 11, 25). Si ellos no lo entendieran, no iba a ser fácil que nadie más lo hiciera. Aunque siempre hay excepciones y Dios tiene sus sorpresas...

 

        En definitiva, la mayor locura y el mayor fetichismo (inversión de sujeto y objeto) era el de la religión del Templo, que pretendía tener a Dios “atado por los pies”, a favor de sus intereses. Este comercialismo de la religión y control de las mentes era todo lo contrario de la práctica del Reino. Todos ellos, con alguna excepción, se cerraron a su “negocio divino” y se enemistaron con el Dios libre de Jesús.

 

        Por eso, si hubiera alguna definición de lo que quería Jesús de sus seguidores del MJ sería: “¡sé tú mismo!”. Es decir, piensa por tu propia cabeza, experimenta por ti mismo, conócete a ti mismo y reconoce al verdadero Dios, no un remedo o sucedáneo suyo, que es además idolátrico y, como todo ídolo, da muerte (sacri-fica, “sacrum-facere”). La revolución del MJ era una revolución cultural que, inevitablemente, conducía a revoluciones en el ámbito de lo económico, lo social y lo político. No deja el Sistema con cabeza. Todo lo trastoca. Así es el Espíritu.

 

        Me parece que todo esto estaba muy bien plasmado, hace unas décadas atrás, en torno a los 70, en la llamada “Jesus Revolution”, que en sus carteles expresaba:

 

“Jesús de Nazareth, galileo, 33 años, tez morena, barba y cabellos al estilo “hippy”, cicatrices en las manos y los pies. Se acompaña de leprosos, mendigos, perseguidos y una banda de 12 incondicionales. Escandaliza a las masas con frases tan revolucionarias como “Amaos los unos a los otros” y “Perdona a tus enemigos”. Si lo encuentras... sigue sus huellas”.

 

5. Cierto, podemos creerlo o no creerlo. Pero me parece que se capta mejor la ética del MJ si la entendemos del modo holístico. Pero seguramente no es fácil cambiar los esquemas dualistas a que estamos acostumbrados. Nos queremos encadenar al esquema de un imposible “deber-ser”, porque esa es la costumbre. ¿Por qué? Una buena pregunta, para seguir investigando.

 

        Quizá Jesús no pidiera ningún ‘deber-ser’, sino más bien ser conscientes, plenamente conscientes (con nuestra vida, no solamente con la cabeza), de quiénes somos, de nuestras miserias, pecados, contradicciones, conflictos. Pero también, y sobre todo (esto fue lo fuerte del MJ), que tenemos un fondo bueno, que Dios es ese Fondo, que nos espera, nos ama y que todos/as somos importantes, igual de importantes, iguales en nuestras diferencias superficiales. Este anarquismo igualitario daba dignidad a las personas y era profundamente subversivo. Tan sólo deberíamos quitar los obstáculos que nos impedirían contemplar el cielo azul, nuestro fondo, de donde emergería el Dios de la Vida en todos/as. Eso era ya el Reino. Todos/as somos uno.

 

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        Pero no nos hagamos ilusiones. No es nada fácil creer esto. El pasado nos determina. Existen otras relecturas dualistas. Eppure...,y sin embargo, hay toda una coherencia en lo anterior... de tal manera que parece ser cierto, que se nos habla al Fondo de nuestro ser, a algo muy, muy profundo, que está más allá (o más acá) de nosotros/as mismos/as.

 

        Y usted, lector/a, ¿qué piensa de todo esto? ¿Le convence o no? ¿Por qué? ¿Verdad que no tiene ningún sentido todo lo que dijimos anteriormente? Pura especulación de filósofos ociosos...

 

 

 

rui manuel grácio das neves

managua

15.07.02

 

 



[i] Ulises (Santiago Rueda, Buenos Aires 1959), 3ª. ed., p. 168.

[ii] Aquí nos servimos de nuestra tesis de licenciatura en Sociología en la UCA de Managua (defendida en el 2000), que era precisamente un estudio del MJ y que en breve será publicado.

[iii] Uno de sus fundadores fue el filósofo Diógenes de Sínope (413-327 a.C.), que hacía profesión de vivir una vida sencilla. Vivía pobremente, casi sin nada, en un tonel, despreciando la acumulación de bienes. Era amante de la naturaleza, despreciaba la civilización y la cultura, partidario del cosmopolitismo. Era un  verdadero “hippie” de la época, un contracultural.

[iv] Algunos autores suponen que los impuestos en Galilea iban de un 70 a un 90% de la producción de los/as campesinos/as (Oakman).

[v] Esto sería lo más notable de la existencia de Israel: originalmente, no es un Estado, sino ante todo un proyecto social alternativo, igualitario e inter-solidario.

[vi] Cfr. ANTHONY DE MELLO, El canto del pájaro (Sal Terrae, Santander 1993), 21ª. ed., p.136.

[vii] Cfr. RUI MANUEL GRÁCIO DAS NEVES, El Dios de Jesús. Una aproximación crítico-liberadora (Nueva Utopía, Madrid 1995), pp. 61-106.

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