ESPIRITUALIDAD
DEL EXILIO
EMIGRANTES
COMPULSIV@S
rui manuel grácio das
neves
managua, nicaragua
1. En primer lugar, quisiera agradecer al CIEETS (Centro
InterEclesial de Estudios Teológicos y Sociales) por esta invitación a
estar aquí reflexionando con ustedes.
No es, sin
embargo, un tema fácil para mí, ya que no es un tópico sobre el que haya
reflexionado a menudo. Pero recuerdo haber trabajado este tema unos buenos años
atrás, allá por el mítico año de 1992 (el famoso Quinto Centenario del así
llamado Descubrimiento de América), cuando me pidieron dirigir un número
monográfico de la revista Cuadernos Verapaz, organizado por los Padres
Dominicos de España. Ese número llevaba el título Inmigrantes en el Estado
español. Un reto a los Derechos Humanos, a la Democracia y a la Solidaridad[i].
En todo
caso, en segundo lugar, observen ustedes bien que aquel problema era
ligeramente diferente. La investigación y su reflexión era sobre l@s inmigrantes
extranjeros (sobre todo, african@s y latinoamerican@s) en el Estado español.
Pero ahora lo que se nos pide reflexionar es más bien sobre l@s emigrantes,
es decir, l@s que salen de nuestros países (en este caso, de procedencia
latinoamericana o centroamericana) hacia otros continentes, especialmente
Estados Unidos y Europa, así como hacia otros lugares de América Latina. En
concreto, nos fijamos especialmente en el caso de l@s nicas que emigran a EUA y
a Costa Rica, principalmente.
En tercer
lugar, en el fondo, hay algo de personal también en esta reflexión. Lo
hago a partir de mi propia experiencia de emigrante, cuando pequeño, de ocho
años, fui con mis padres, como emigrante, de Portugal a España, buscando mejor
vida y salidas en aquel entonces (1964). Así que puedo tener en cuenta también
mi propia experiencia de vida de lo que significa ser emigrante.
2. En todo el tema de la emigración, hay para mí una
premisa obvia y es que la gente no emigra por placer, sino por necesidad.
Las necesidades pueden ser económicas, la mayor parte de las veces
(mejores salarios, mejores condiciones en vida en general, muchas veces ahorrar
para volver más tarde a su propio país en mejores condiciones
económicas), pero también políticas (persecución política o étnica
en su propio país, irrespeto de los Derechos Humanos, etc.), culturales
(búsqueda de mejores espacios de desarrollo cultural en alguna área del saber o
arte humanos), etc.
En
realidad, no denominamos ‘emigrantes’ a aquellos que van con altos salarios a
los puestos de dirigentes de multinacionales en otros países de menor potencia
económica. Como sabemos, las dos principales causas de emigración son:
políticas o económicas. Son éstas las causas principales de la casi totalidad
de l@s emigrantes.
3. En el caso de l@s nicas, en estos tiempos de ahora
(aunque también desde hace ya varias décadas), se trata sobre todo de emigrar
por:
·
no encontrar trabajo
·
sólo encontrar trabajos mal o muy mal remunerados
·
miseria y hambre
·
falta de mejores perspectivas de mejorar en la profesión
·
buscarse mejor futuro para su familia
·
etc.
En casi
tod@s ell@s está la idea, más o menos próxima, de volver a Nicaragua, o,
por lo menos, de hacerlo un poco más adelante. La cuestión es ganar suficiente
plata para poder luego regresar a su tierra y poder comprarse un montón de
cosas de las que se carece y que se juzgan esenciales, o al menos poder
sobrevivir mejor en el propio país (esto es algo compartido con las y los
emigrantes de cualquier parte del mundo).
También
está el caso de aquell@s emigrantes (más) temporales, que emigran en una
parte del año para una serie de trabajos materiales, especialmente en el ámbito
agrícola (por ejemplo, la recolección), o para realizar una serie de trabajos
específicos mucho mejor pagados que en Nicaragua (es el caso de EUA, por
ejemplo). Pero siempre la idea es volver.
El problema
muchas veces es que lo que se pretende temporal se acaba convirtiendo en
permanente, ya que, por mucho que se pretenda regresar al país de un@,
las costumbres y hábitos de trabajo y de la vida del país de emigración van
marcando la vida de est@s emigrantes, de tal modo que se van dejando quedar o
viendo con cierta reluctancia regresar al país de sus amores, pero que no les
da las condiciones de vida y de consumo del país al que emigraron.
4. También hay que decir que, desgraciadamente, por el
desastre económico, social y político del país (Nicaragua), una buena parte de
nicas ejerce de emigrantes o alguna vez lo ha hecho. La incapacidad de los
políticos, la extrema explotación laboral que existe, al igual que de la ciudad
sobre el campo, junto a veces con los desastres ecológicos (es el caso del
huracán Mitch, en 1998) y su imprevisión por las autoridades, que afectan sobre
todo a l@s más pobres, son algunas de las principales causas inmediatas
de la emigración.
Pero, en el
fondo, son las leyes del Capital-Mercado las que lo obligan a emigrar,
convirtiéndose en mano de obra barata para quien l@s contrata y al mismo tiempo
de remesas en dólares para el resto de sus familias que quedan. La exportación
de mano de obra barata se convierte así en un muy buen negocio para quienes
están al frente de Nicaragua, posiblemente el primer rubro de ingresos del país
(al igual que sucede en varios países centroamericanos y caribeños).
Anónimamente, l@s emigrantes cumplen una ley económica del capitalismo
neoliberal. Son piezas inconscientes de la maquinaria de la generación de valor
por parte del dios Capital en su reino del Mercado.
5. Teniendo en cuenta todo esto, y antes de abordar
estrictamente el aspecto de la Espiritualidad, podemos preguntarnos
previamente: ¿Cuál es la antropología de la emigración? En otras
palabras, ¿cuáles son las condiciones humanas del ‘ser emigrante’? ¿Qué tipo de
ser humano crea el proceso emigratorio?
Sin
pretender ser exhaustivos, me parece que las siguientes son algunas de estas características
más acusadas:
(1) Como
dijimos anteriormente, un@ es obligad@ a ser emigrante: no lo hace por
gusto. Hay una necesidad previa a serlo. Las condiciones económicas y/o
políticas son las que empujan a convertirse en ello. Ser emigrante es hoy una
especie de esclavitud masiva ya aceptada por los gobiernos,
antropológicamente hablando. El o la emigrante sienten que no les queda otra
salida, para poder seguir sobreviviendo con cierta dignidad. Hay como una
“fuerza desconocida”, por encima de nuestras cabezas, que empuja a salir y a
buscarse la vida en mejores condiciones de las que se “malvive” en el propio
país.
(2) La
emigración aumenta la fragilidad antropológica del o de la emigrante. Se
verá probablemente sometid@ a la explotación o sobre-explotación de su trabajo,
al racismo, tendrá problemas de maltrato, tendrá peores condiciones de vida que
l@s nacionales del país donde emigre, sentirá problemas de identidad,
también problemas de desintegración familiar, ya que muchas veces no tiene su
familia consigo, sentirá que se le rechaza, tendrá dificultades de integración
cultural en el nuevo ambiente, así como problemas de idioma (en el caso de que
no sea un país hispanohablante), estará a merced de la Policía y de sus
corrupciones, así como del maltrato administrativo, ignorará en muchos casos
sus propios derechos, será considerado muchas veces como “cabeza de turco” en
los males del país al que emigre (será visto, por ejemplo, como ladrón en
potencia, como un delincuente virtual), tendrá que trabajar durísimo y con
menor salario para acumular lo suficiente para su regreso, en el caso
específico de las muchachas que trabajen temporalmente en las fábricas o en el
campo, de temporera, habrá peligro de acoso sexual e incluso violación, y en el
caso de muchachas jóvenes también que emigran a trabajar en bares o clubs hay
el riesgo que sufran prostitución. En suma, ser emigrante es un riesgo continuo
de “vivir” en la precariedad, en la vulnerabilidad.
(3) Muchas
veces, ser emigrante es percibido por el/la propi@ emigrante como estar en
el destierro, en el exilio, aunque se piense siempre que temporalmente.
Se siente uno dentro de una cultura extraña, no hospitalaria, y tanto peor si
el grado cultural del o de la emigrante es bajo (lo que suele ocurrir
frecuentemente). Le cuesta adaptarse a las costumbres y a la lengua misma (en
caso de que sea español, intentará hablar con el acento del país, para que no
se distinga de dónde es y sea señalado como tal).
(4) El problema
generacional lo agrava más, en el caso de que la familia haya emigrado
junta. Si es una familia no extensa la que ha emigrado (padre-madre-hij@s), lo
probable es que el padre y la madre no se adapten (están solamente en el país
para trabajar lo máximo posible, vivir frugalmente, ahorrar lo máximo posible,
con la idea de regresar más tarde) y que, por el contrario, l@s hij@s sí se
adapten a vivir en el nuevo país y quieran seguir viviendo en él. Sobre todo
cuando han venido pequeñ@s de su país de origen. Se van a sentir más
identificad@s con el nuevo país, y en esto es muy importante la escolarización
que tendrán en el nuevo país. Aquí se puede dar un serio conflicto entre
el padre/madre que quieren volver a su país de origen y l@s hij@s que, a lo
mejor, si ya son un poquito mayorcit@s, no quieren ya volver, por haber vivido
más tiempo en el país de emigración que en el suyo de origen, viendo que en el
nuevo país tienen mejores posibilidades de futuro, especialmente si han tenido estudios
en ese país de emigración.
(5) Además de
lo anterior, hoy día vivimos en la ideología del Mercado Total. Ser
emigrante corre entonces serios riesgos de vivir alienadamente, como
seres-para-el-Mercado. “Vivir” alienadamente, en la línea de la Teoría
Crítica o Escuela de Frankfurt, es no tener en sí el centro de su vida, “vivir”
fuera de sí mismo, carecer de una práctica y un trabajo que sean
autorrealizadores o enriquecedores para un@ mism@. De alguna manera, es ser
dependientes de algún absoluto, que nos quita la posibilidad de ser. A
esto, en otro contexto histórico, los profetas del Antiguo Testamento lo
llamaban sencillamente, sin pelos en la lengua, idolatría. Hoy la
denominamos idolatría del Mercado.
Esto significa que el
o la emigrante dependen totalmente del Mercado, de la ley de la oferta y la
demanda, de las políticas asimétricas a nivel internacional y nacional, de la
contradicción campo-ciudad, donde aquél lleva todas las de perder, de las
políticas nacionales de mano de obra barata para el trabajo interno en maquilas
o de mano de obra barata para exportación de trabajadores/as, de donde vienen
las divisas para las burguesías nacionales transnacionalizadas. Así, el
Mercado, que debería estar al servicio del ser humano y sus necesidades, se ha
convertido en un dios, en un ídolo que siempre requiere sacrificios. Y no sólo
ya de niñ@s, como Moloc. Además, esos sacrificios no son compartid@s por tod@s,
sino que recaen sobre las clases populares de la ciudad y sobre todo l@s
campesin@s.
6. Pues bien, todo lo anterior, visto desde el aspecto
sociológico, podemos conectarlo ahora con una reflexión sobre Espiritualidad,
que vamos a llamar Espiritualidad del Exilio. Esto lo podemos entender
de dos maneras: (1) Como Espiritualidad de y para el/la propi@ emigrante; y (2)
como Espiritualidad nuestra o de las Iglesias con l@s emigrantes, es decir,
como Espiritualidad de la Solidaridad.
Veámoslo a
continuación.
6.1. Como Espiritualidad de y para la y el propio
emigrante
6.1.1. Siempre se les había recordado a l@s israelitas
que “emigrante fuisteis en Egipto” (Ex 23,9) y por eso había que proteger e
integrar a l@s extranjer@s en el seno del pueblo hebreo, en el ‘proyecto
yahvista’. L@s emigrantes, junto con las viudas y l@s huérfan@s, formaban parte
de la “trilogía” de l@s más débiles y desprotegid@s dentro del pueblo de Israel
(en sociedades sin protección social del Estado). Fueron preocupación central
de los profetas y un símbolo de lo bien o mal que caminaba el proyecto de
Yahweh entre su pueblo. Si ell@s eran despreciad@s, era signo evidente que el
plan del Señor con su pueblo no marchaba correctamente.
6.1.2. Pero también Israel soportó en su propia carne
el ser exilado. En el 722/721 fue la toma y destrucción de Samaría, quedando
Israel dependiendo de Asiria, con deportaciones, y desde el 734, Judá ya
era vasallo, también de Asiria. Sin embargo, en el 597 fue la deportación a
Babilonia (la primera), con Nabucodonosor, que llevó a Babilonia al rey Joaquín
y a varios miembros de la familia real, a herreros y cerrajeros, así como a
otras personas de valor social (en número de 3.023, según Jr 52,28)[ii].
Y hubo más deportaciones,
con un total de 4,600 personas, también según el profeta Jeremías (52,27-30):
la segunda en el 587/586 y la tercera en el 582/581[iii]. Otros huyeron a Egipto, a Amón y a otros
lugares. El pueblo campesino y humilde, por su parte, quedó en sus lugares,
trabajando la tierra. Una parte del pueblo israelita, en el exilio, experimentó
la tristeza y la dificultad de organizarse colectivamente y de conservar sus
raíces culturales-religiosas.
El famoso
salmo 137 (“la balada del desterrado”) muestra una triste situación de
deportación, de resentimiento contra los deportadores babilonios (“¡feliz quien
agarre y estrelle contra la roca a tus pequeños!”, termina el salmo. Y antes ya
había deseado: “¡Hija de Babel, devastadora, feliz quien te devuelva el mal que
nos hiciste!”, según la traducción de la Biblia de Jerusalén, quien en
una nota dice que este salmo evoca el recuerdo de la caída de Jerusalén el año
587 y del destierro de Babilonia, es decir, de la segunda deportación).
Evidentemente, ésta no fue una emigración pacífica, sino con todos los rasgos
de la violencia de una situación estructural de deportación colectiva de
una parte del pueblo.
6.1.3. Sin embargo, también se puede ver que la
deportación como tal significó algunos aspectos de crecimiento para el pueblo
deportado. La crisis que sufrió le permitió reconstruir sus raíces, reflexionar
sobre ellas y buscar nuevas salidas, nuevas síntesis.
Le dio la
oportunidad de abrirse a nuevas realidades, a nuevas personas, a nuevas
culturas y a nuevas religiones. Esto le permitió superar el provincianismo y
universalizarse más. Sin embargo, el exilio también puede servir para idealizar
el pasado o su tierra. La distancia permite idealizar la propia cultura, hacer
un romanticismo fácil, pues sólo se recuerda lo positivo y se olvida lo
negativo. Si por un lado permite relativizar o des-absolutizar la propia
cultura, por otro permite encontrar unas raíces de apoyo cultural identitario, para
superar la crisis psico-social en que se hallan inmers@s colectivamente.
Del texto
bíblico podemos también darnos cuenta de las contradicciones que existieron
entre l@s desterrad@s y l@s que se quedaron en la tierra. Son dos visiones e
intereses seguramente diferentes. L@s que quedan recelan ahora del proyecto de
los exiliados de reconstruir el Templo con apoyo jurídico y económico persa.
Temían verse relegad@s de este proceso, cuando ell@s eran l@s que se habían
quedado y mantenido el pueblo de Israel en su difícil situación: en retazos.
Ahora iban a ser apartad@s por l@s mismos exilad@s.
6.1.4. Sin embargo, esto que ocurrió tiene semejanzas
con lo que suele suceder a veces con l@s emigrantes. Al regresar, son vist@s
con malos ojos, se les puede hacer críticas y, si han vivido mucho tiempo
fuera, han asimilado otros valores culturales, de modo que ya no son
“nacionales” al 100%. Así piensan l@s que se quedaron de sus herman@s que
vienen de nuevo a vivir a su país. Así, el o la emigrante queda entre dos
mundos: el de allá, que no terminó de ser y el de acá, que ya no es. Un
“terreno de nadie”, difícil de superar.
6.1.5. Espiritualmente, esto sirve para ahondar la
experiencia antropológica. Si uno de los aspectos fundamentales de la
Espiritualidad de todos los tiempos es la superación del ego y de los apegos,
l@s emigrantes podrían estar en condiciones para liberarse de ciertos
egos-apegos colectivos como el de la nacionalidad o las propias costumbres y
hábitos, lo cual es una saludable actitud mental-emocional para vivir
flexiblemente la vida.
Todo lo
contrario de lo que ocurre a veces. Me han contado el caso de que en Costa
Rica, en San José, l@s nicas de León y Chinandega se juntan en un parque y los de
Managua y Rivas en otro. Habrá que verificar el dato, pero si esto es cierto,
significa que todavía se está apegado a egos colectivos (departamentales, en
este caso) del pasado. En una palabra, se sigue siendo “el pasado”, viviendo en
él y de él, y no abiert@s a las nuevas experiencias, a lo nuevo como tal.
Y es que
como dicen algunos espirituales del siglo pasado, “nosotr@s somos precisamente
el pasado” (J. Krishnamurti). Juzgamos el presente a partir de los conceptos,
experiencias, educación, criterios de clase, etnia, género, etc. que hemos
adquirido en el pasado (o que nos han adoctrinado para eso). De manera que no
vemos el presente con los ojos del presente. Y esa sería la tarea precisamente
de la Espiritualidad: vivir en el presente, no a costa del
presente.
6.1.6. La experiencia del exilio puede ser
entonces (¡no lo es necesariamente!) una oportunidad para organizarse
colectivamente y luchar por sus derechos en el nuevo país. Ahí sería
importante un trabajo de la Espiritualidad de los DD.HH. Es una buena idea para
los colectivos de nicas y de los países de emigración para profundizar estos
derechos y hacerse más conscientes de su dignidad humana como tal. Aunque no
sea algo fácil.
6.1.7. También permitiría organizarse eclesialmente
mejor en el lugar de residencia nuevo. Se lograría así una fe más eclesial y
comunitaria. Sería interesante una “Iglesia en el exilio”, con formación
bíblica, social, cultural y en DD.HH.
6.2. Como Espiritualidad nuestra para con l@s
emigrantes
Lo expongo
a continuación de un modo breve, pero que se podría desarrollar más
ampliamente.
6.2.1. Iniciar o potenciar en Nicaragua (si ya las
hay… lo que dudo) lo que podíamos llamar Pastorales de la Emigración.
Esto implicaría una coordinación ecuménica o interdenominacional entre Iglesias
de Nicaragua e Iglesias del país de emigración. Esto implicaría el desarrollo
de una Pastoral Conjunta de la Emigración entre varios países. Esto
llevaría consigo también otros trabajos específicos en las Iglesias que reciben
a est@s emigrantes en otros países. Entre otros aspectos, el trabajo
anti-racista e intercultural con l@s habitantes de ese país de recepción de
emigrantes.
6.2.2. En este trabajo más ecuménico o
interdenominacional trabajar los temas que unen en la praxis: Solidaridad,
Justicia y Paz, de una manera creativa e intercultural, así como de apoyo
psico-social y cultural.
6.2.3. Fortalecer los lazos solidarios con las
familias de l@s emigrantes, con algunos apoyos concretos. Formar una gran
familia. Fortalecer también las asociaciones culturales de ambos países, así
como su intercambio.
6.2.4. Abrir nuestras mentes a las otras realidades:
estudios sociológicos, antropológicos y psico-sociales de la situación del o de
la emigrante. Podría ser también una materia en el currículo o pensum
de estudios de Teología. Se podría llamar entonces:
·
Teología de la emigración
·
Teología de la Solidaridad
·
Misionología
6.2.5. En Espiritualidad de lo cotidiano (algo
redundante, pues si la Espiritualidad no es para lo cotidiano, no es realmente
Espiritualidad, sino Escapismo) habría que ir trabajando por superar una visión
egocéntrica de la realidad. Y así, ir haciendo una opción por la
solidaridad y la intersolidaridad.
Pero desde
ya, porque si no somos solidari@s, por ejemplo, con nuestr@s herman@s del
Nemagón, dudo que lo seamos más con l@s herman@s emigrantes.
“¡Dime como
vives tu presente y te diré como será tu futuro!”
¡Sólo quien
está libre del ego puede ser realmente solidari@ con l@s víctimas!
Nada más,
muchas gracias por su atención.
rui manuel grácio das
neves
managua
02.06.05.
[i] San Esteban, Salamanca 1992.