PRATICANDO METTA
BHAVANA
1. Metta Bhavana es un tipo de oración, dentro de la tradición
budista, que consiste en lo que podríamos denominar “oración afectiva”. H.
Saddhatissa dice que es la ruptura de las barreras existentes entre la propia
persona y el resto de la Humanidad[1].
Es, por consiguiente, una meditación plenamente holística. Proviene de
‘Metta’= “Benevolencia, buena voluntad, amistad, cariño, afecto” y
de ‘Bhavana’= “Meditación”.
2. Podemos caracterizarla brevemente como aquel tipo de oración que
consiste en enviar energía positiva de manera universal. El fundamento
filosófico de esta práctica consiste en que la Energía fluye en el Cosmos, por
lo que nuestra energía individual no es sino uno de los aspectos relativos
de esa Energía absoluta, que actúa continuamente.
De esta forma, podemos
canalizar conscientemente nuestra propia energía, de una manera positiva,
enviándola a personas, seres vivientes, situaciones..., no importando ni el
espacio ni el tiempo, ya que dicha Energía trasciende el continuo
espacio-tiempo (es decir, es espiritual), aunque también se manifiesta en el
ámbito socio-histórico.
Es como participar en un mundo transcendente, donde ondas y vibraciones
físico-espirituales actúan, se interpenetran y se transmiten. Evidentemente,
esto nunca será aceptado por un materialismo estrecho, a nivel epistemológico.
3. La mejor manera que encontré para poder practicarla es observando cinco
pasos progresivamente inclusivos.
Pero existe una pre-condición: prepararse mentalmente para ella,
sentándose de manera cómoda (en una silla o banco, preferentemente dur@ y sin
brazos; o entonces, si podemos, en una alfombra en la posición de loto –padmasana-
o medio-loto, e incluso en simple sukhasana, o sea, con las
piernas sencillamente cruzadas), las espaldas rectas, los ojos cerrados, la
respiración calmada y la mente serena, atenta, concentrada.
Se puede poner alguna música de fondo, de tipo espiritual, suave (pero no
es algo necesario el utilizarla, ya que depende de los gustos personales e
incluso hasta del momento).
3.1. En primer lugar, siguiendo aquel principio del Evangelio de que
sólo se puede amar a l@s demás si previamente nos sabemos amar a
nosotr@s mism@s[2],
comenzamos por enviarnos energía a nosotr@s mism@s, empezando por desearnos
mucha sabiduría, comprensión, paz, amor y cariño en nuestro día a día. (El
problema es que no nos sabemos amar...).
3.2. En segundo lugar, enviar esa energía, ese acumulado de Sabiduría-Amor, a nuestros mejores amig@s. Podemos visualizar cada un@ de ell@s. O hacerlo más en general, dependiendo del tiempo y del interés que tengamos.
3.3. En tercer lugar, canalizamos esa energía hacia aquellas personas con las que no tenemos ninguna relación particular (el conductor del bus, alguna persona que cruzamos todos los días en la calle, pero que no saludamos, aquel vecino del mismo edificio, etc.), es decir, hacia toda aquella gente que no hace parte de nuestro cotidiano comunicativo y que nos son indiferentes.
3.4. En cuarto lugar, y particularmente éste es un punto un poco más
difícil, enviamos energía positiva a nuestr@s enemig@s, o por lo menos, a
aquell@s que se consideran como tales frente a nosotr@s. Intentamos enviarles
la mayor comprensión posible, mucha sabiduría para sus vidas, buenas y sabias
decisiones en su actuar, que encuentren y extiendan mucho amor y paz a su
alrededor, etc.
Practicar este punto es vivir en concreto el principio evangélico de amar a
nuestr@s “enemig@s” (o, por lo menos, a aquell@s que se consideran como tales
frente a nosotr@s)[3].
(Nota: Conviene practicar este punto sólo después de haber practicado ya
los anteriores).
3.5. Y finalmente, en quinto lugar, enviar toda nuestra energía al
mundo entero, visualizando pueblos, países, continentes, etc. Podemos
enviarla a los chinos, indios, brasileños, portugueses, españoles, angoleños,
australianos, etc.
Una mención especial merecen los pueblos que se hallan en guerra, por la
estupidez de sus dirigentes (y nuestra pasividad...), así como en el caso de
conflictos sociales, para que la Justicia se imponga como lo más racional para
tod@s (pero no olvidemos que la práctica de esta oración nos empuja a luchar al
mismo tiempo en la práctica social, para que la Justicia se haga
realidad...).
Este quinto paso hace que toda nuestra oración sea realmente universal, e
incluso cósmica, si queremos. Quiebra la rutina de la práctica habitual de
nuestro egoísmo cotidiano.
4. ¿Cuánto tiempo debemos practicar?
Esto va a depender de nuestras posibilidades, del tiempo disponible y,
sobretodo, de la confianza, e, incluso, de la fe que depositemos en un tipo de
oración semejante. Puede ir desde cinco o diez minutos, hasta una hora o más,
diariamente o sólo de vez en cuando. Lo mejor es, sin duda, practicarla lo más
a menudo posible.
Pero una cosa sí que les puedo garantizar: si nuestra energía es tan
“débil” (o sea, si nuestra capacidad de amar es tan “debilucha”...) que no
alcanza hasta aquell@s a quienes nos dirigimos, por lo menos fortalece nuestro propio
corazón y ahonda nuestra capacidad de amar, incluso a nuestr@s enemig@s[4].
En una palabra, nosotr@s mism@s seremos los más beneficiad@s.
Buena práctica, pues, y talvez nos encontremos en algún momento cruzando
energías mutuas...
Y piensen, esta Energía es como la luz de la vela: si la compartimos
no se debilita, sino que se multiplica.
nagpur
(india)
27.11.08.
[1] Cfr. SAMUEL WOLPIN, Diccionario de Filosofía Oriental.
Kier, Buenos Aires, 1993, p.236.
[2] Cfr. Lc. 10, 27 ss. y paralelos, con la parábola del Buen
Samaritano a continuación (29-37).
[3] Cfr. Lc 6, 27 ss. y paralelos, donde se nos invita a amar a
nuestr@s enemig@s y a orar por aquell@s que nos persiguen.
[4] Si no podemos practicar esta oración con ell@s, mucho menos
vamos poder hacer algo práctico por ell@s en la realidad cotodiana. De hecho,
es ésta una óptima preparación para pasar a la acción y, además, porque
también a veces ya ni siquiera podemos acceder a ell@s... Éste se convierte así en el comienzo de la
construcción de la la Paz a partir de nuestros corazones...